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“Soy una cuchilla aceitada, cuidado hierba mala”


¿Se puede definir un libro, la poesía, una autora, por y con un adjetivo? Se puede. La poesía de Graciela Scarlatto es intensa. Su mirada lo es. Clepsidras en la lluvia es un libro que ya desde su brevedad duplica la apuesta, como si la autora –mendocina con décadas de autoexilio porteño– buscara dar el golpe y no dar posibilidad de que el contrincante/lector se levante para dar respuesta. Y la metáfora no es caprichosa. Jugando a la intertextualidad, en su más que recomendable novela Vaselina (editada casi en paralelo con este libro) se evoca la figura de Nicolino Locche, aquel “intocable” al que los golpes no le llegaban y cuya lección era (contra)golpear desde lo emocional, descolocando al oponente. La también artista plástica y editora juega precisamente a descolocar. A arrojar versos en la cara para que uno los digiera como pueda, dejando un regusto amargo en el paladar, restos en alguna muela rota, la lengua sucia.

Dividido en cuatro partes, el sucesor de Ciclo lectivo y de varias antologías, instala al cuerpo como un “territorio bélico” al que la poeta camina “con un bisturí” sin desoír “el protocolo de los dedos”. El cuerpo, ese que no muta, que no madura, “es un dolor que se mira la espalda con las tripas”. En Medicinas amargas, advierte que “no hay tamiz para eso” y eso es su madre, que atada a su cama lícua su cuerpo para que la hija escriba que “leche cuajada, puré, eso es mi madre”. En La destrucción reconoce “no estoy a salvo” pero así y todo da pelea una vez más para sentenciar: “A mis cosas, esta tarde/ no las disuelve la violencia/ ni el estómago del tiempo” y a solo una vuelta de página lanza su cross demoledor: “Soy una cuchilla aceitada/ luminosa/ cuidado hierba mala”.

Al borde de la saudade, en el capítulo final, mientras se pregunta qué pasaría “si me quedara por aquí como si nada/ con la soga al cuello”, se hace cargo que “en el revés de las palabras/ cabalga una liturgia de malversaciones” y sin la jactancia intelectual del autor omnisciente revela que averigüó -¿en el camino, la vida, la escritura?- cosas obvias, entre ellas que “los ángeles de la guarda usan revólveres”. Bang bang lector, estás liquidado.


Rubén Valle



Título: Clepsidras en la lluvia

Autora: Graciela Scarlatto

Edición: Del Dock

Género: poesía

Páginas: 52

Precio: $ 540




Algunos poemas de Clepsidras en la lluvia



Body Art


dónde está tu cuerpo

no es que sea celofán papel de arroz espuma

es sobre todo una distancia

por eso lo camino con un bisturí

tu cuerpo enigma detrás debajo encima

excepto ahí, en la mesa de disección

un síntoma

en la mesa del almuerzo

tu mano a la altura del pan

el protocolo de los dedos

levanta un cubierto que rechina sobre el otro

(como cualquier cubierto) es un escándalo

este placer tan pop de latas Campbell


este cuerpo que

se puede deletrear

como mirada




Ocurrencias


el cuerpo es un dolor

que se mira la espalda

con las tripas

no transcurre no dura

no muta no madura

ocurre, el cuerpo, se peina o grita

se mece se sacude

cuando el tuyo y el mío

coinciden, el espesor del mundo

se reVBela



Medicina amargas


atado a la cama se licúa el cuerpo desnudo

la piel es un trapo mojado sobre los huesos y el vientre

una ampolla que anega la boca

leche cuajada, puré

eso es mi madre

en la acidez de esa lengua

la hija trajina medicinas amargas

solo puede mezclar y moler

ser molida en la palabra sin remedio

que acabará por ahogarla algún día

no hay tamiz para eso

atada en el agua, ninguna maldad

ningún consuelo



Sobre llovido mojado


vas a hablar

y el río muele piedra

sobre piedra tempestad

de corcheas nocturnas

a esta orquesta de vientos

o al grano de tu voz

les temo como al trueno

la borrasca silba

cantarina, extraña

al miedo de no oír

tu cuerpo latido

tamborcito

saxo tenor o clarinete

tu boca dice

cosas en la noche

escucho el vendaval

y callo

para dejar que vibre

el timbre de tu voz

melódica en la lluvia

dice adiós

y lo que cae

no moja, es el silencio


La destrucción


me voy de esta camisa

de esta mesa me voy

como un lagarto hacia las piedras

¿qué significan

las cosas de la casa?


izada, civil en mis tobillos

no estoy a salvo

ni en mis sandalias cómodas

de andar por ahí

entre nombres y cosas

a su manera mudos


la destrucción arrecia

en el orden de la casa

a mis cosas, esta tarde

no las disuelve la violencia

ni el estómago del tiempo


la destrucción funde a negro

como el the end de un cine

objetos que se apaga




Hierba mala


en la calle un tipo toca el saxo

y respirás, es la hora pico

te ves al espejo de una librería

¿qué hacés ahí, admirándote?

soy una cuchilla aceitada

luminosa, cuidado hierba mala

decís —¡hoy corto por lo sano!

pero estás como sembrado al piso

y apenas ves un arbolito


un arbolito seco

chupando música




Vida


y si me fuera lejos

a esa calle donde el cuerpo

la muerte y las batallas

no eran sosos

y cualquier camino al territorio

un laberinto


qué país qué razón qué muerte

qué soborno a contrapelo o a mis anchas

me daría de mamar


y si me quedara por aquí como si nada

con la soga al cuello

y la brida que ahoga el no de los ahorcados


qué país qué historia

qué silencio asfixiará esta náusea entre mis muelas

para darme de mamar


almorzaré de prepo a partir de hoy

en tus pezones

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