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Leo Federici: "todo lo que consumimos nos influye"

Diciembre de 2024




¿Cómo empezaste a escribir poesía?


Espontáneamente, alrededor de los 19 años. Me acuerdo el día y todo. Era la media mañana, tal vez las 11, de un día de semana porque a la tarde tenía que cursar en la facultad. Estaba sentado en el patio de mi casa. De repente, me empezaron a caer muchas palabras a la cabeza, ideas, oraciones. Esa sensación se repitió un par de veces más, hasta que dije: esto tengo que anotarlo. Después de escribir lo primero que me salió, empecé a buscar libros para leer.


¿Qué poetas estás leyendo? ¿Qué poéticas te interesan? ¿Influyen en tu manera de escribir?


Hace poco leí “Todos los platos del menú” de Ellen Bass, “Habitación de hotel” de Peri Rossi y releí “La obsesión del espacio” de Ricardo Zelarayán. Por nombrar algo, pero en realidad leo de todo, lo que me cruzo, entro sin prejucios a un libro, a un texto. En el último tiempo, eso sí, agarré cierta predilección por las novelas, cuentos, ensayos. No hay una poética en sí que me interese, me gusta leer variado, sorprenderme, conmoverme, reirme, ver lo que el libro tenga para mí. Todo lo que consumimos nos influye, por lo menos nos cambia el eje en el cual estábamos parados. Tomando ciertos recursos que descubro, por lo general de las lecturas que puedan provocarme algo, los revalido con mi forma de escribir, trato de pulir la perspectiva que hasta ese momento tengo.


¿Cómo ves el panorama poético en Mendoza en cuanto a formación, edición y circulación de libros?


En este sentido lo veo escaso, no hay apoyo institucional, ni una política clara de que realmente se conforme una estructura solida para que un libro pueda publicarse y permanecer circulando un buen tiempo. Por lo tanto las obras se pierden. Gracias a la organización autogestiva, se ha podido llevar acabo la circulación de autores, si no fuera por esas personas, no tendríamos acceso. La autogestión es a puro pulmón, pero solamente a pulmón no se puede planificar a futuro. El apoyo económico es importante para que sea serio y perdurable. Además, generar propuestas, proyectos y lugares donde la literatura pueda tener su propio sitio de reunión.








Presentamos una selección de poemas de su primer libro Romper los vidrios publicado recientemente por Garúa:



Días de extrañeza pura

II

Acabo de despertar de un sueño extraño,

alguien me perseguía con vehemencia.

Si sigo así, voy a terminar

comiéndome los dientes.


La heladera suena

y yo como preceptor

le pongo presente.

La perra se acerca a mi puerta,

llora, después se va.


Me inclino y busco la hora.

Una foto aparece en el celular

produciéndome un efecto.

El proceso de desinstalación

de todo lo que fui y no quiero ser

aún no ha finalizado.


El pasado me vuelve

como si le debiera algo.

¿Plata?

El pasado quiere atención,

aspira a esa limosna.

No aguanta su condición de muerto.


Días de extrañeza pura.


Navegando por la noche

una moto emula el sonido de un tren.

La luz del tren

la podemos llevar con nosotros

bien de frente

queriendo barrer con todo.


Siento como si me sacara

con pincitas las verdades.

Siento que he estado vuelteando,

siguiendo el remolino de la corriente.


En ocasiones se anda firme,

pisteando como un campeón.


Y en otras, nos perdemos:

un trompo lanzado

que merodea los polos, trastabillando.


I

Antes de acostarme

fui a la estación a inflar la bici.

El del kiosco me regaló un cigarro

porque no tenía cambio.

Vive cerca del Desert, me dijo.

Me dan ganas de caerle

para escuchar su historia,

tiene una pinta interesante.


Unos pibes andaban en skate

por la San Martín

y yo fumaba, apreciando

la poesía en movimiento.


Lo más loco es que siempre está ahí,

al alcance, la poesía es una droga.

Un poeta es el tranza que la distribuye.


III

Acabo de despertar forzadamente

de un sueño extraño.


¿Qué estaré evitando?


¿Por qué me persigue?


Con una linterna

escribo, encanutadísimo,

para que la noche no se entere.


Para que la noche no se entere

que la quiero apretar

sacarle información

sin que se dé cuenta.



Hiperventilado


Te veo venir

y todos mis órganos

hacen pogo.



No nos une la voluntad sino el deseo


Minutos atrás, rolábamos de un lado a otro

enredando las sábanas.

Ahora somos dos animales echados

que olfatean su origen.

Con su nariz recorre mi clavícula

pero no se detiene.

Sube hasta mi cuello y, por el calor,

percibo que respiramos a tempo.

No sé qué hora es ni cuánto pasó

desde que entré a su casa, sólo siento la paz

de estar en el lugar indicado.

Quisiera que esto no se acabe nunca.

Ella tiene una vida hecha

y muchísimas dudas.

Me da un beso y no se detiene,

acaricia mi pelo. Me dice lo bien

que la pasa conmigo.

Yo no digo nada, no puedo decir nada, no me sale nada,

pero quisiera que esto no se acabe nunca.

Mientras espío por la ventana,

cruzo un brazo alrededor de su cintura:

las cortinas se mueven como ángeles

según el aire.




Querer lo que se tiene


Quisiste matar a la persona que fuiste,

otras veces aconsejarla, otras

darle calma.


A tu mamá le agradeciste

por darte paciencia y decir:

querer lo que se tiene.

Agradeciste a tu abuela que habló

cuando necesitaste una guía.

Una foto en la que salen los 3

te hace pensar que hablan de lo mismo.

Los ojos de la abuela se acuerdan de todo,

la madre se acuerda de todo.


Quisiste matar a la persona que fuiste,

pero está acá.

Gestaste la idea, lidiaste con el tiempo,

cerraste el ciclo, sentís orgullo.


Sos un alma sobrevolando la ciudad,

que tiene chispa y quiere el fuego.


Estás dando el salto.



Leo Federici es escritor y actor. Formó parte del Slam Poético de Mza y de Trabajadores de la literatura. Publicó su primer libro Romper los vidrios en noviembre. Co-escribió y actuó la obra Tiempo Vital. También, como actor, participó en las obras Monólogos de la Incertidumbre y Mesa de Entrada. Ha trabajado en publicidad y en los cortometrajes Las Camisas -seleccionado en Bafici 23- y Café solo -seleccionado en Baficimza 24-.







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