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Entrevista a Rubén Valle:"Sigo buscando lo lírico en lo cotidiano"

Si bien en su casa los libros no eran parte de la escenografía habitual, eso no lo limitó a incorporar la lectura en su vida. Rubén Valle le cuenta a Futuros eran los de antes su acercamiento a la literatura, sus inicios, hasta convertirse en un referente y consulta obligada del movimiento poético mendocino.


Los inicios

“Me es inevitable compararlo, no desde el punto de vista estrictamente literario, con lo que pasó con Manuel Puig que absorbió toda la cultura popular y la transformó en parte de su obra. No fue mi caso pero fueron mis primeros acercamientos a la lectura. Además, leía las revistas que le llegaban a mi mamá o historietas y diarios”, comenzó su relato.

De esta manera se generó una base, en un proceso que no es consciente. Agrega que hubo una suerte de “accidente maravilloso”: a los 11 años se hizo socio de la biblioteca Ricardo Rojas que estaba a tres cuadras de su casa. “Eso me permitió un primer contacto con los libros”.

Pero no se conformó con eso y después en la secundaria, algo más le despertó lo que con el tiempo se convirtió en pasión. Y fue la música la que le permitió llegar a muchos autores. “Leía la revista Pelo y los músicos mencionaban autores que después buscaba en la biblioteca, entonces a los 13 años estaba leyendo a Walt Whitman, al que no hubiera llegado ni siquiera con la facultad. También Arthur Rimbaud, cosas muy disímiles. Fue una suerte de tomar de todo un poco”.

“El choque con toda la literatura mundial en el inicio de la facultad, que coincide con la vuelta a la democracia, me posibilitó ser parte de una atmósfera muy estimulante. Aparecían autores tapados durante años y pude acceder a un montón de literatura mendocina, nacional e internacional. Se combinaba con mi ansiedad y voracidad por aprender e incorporar cosas de todos”, agregó.

La escritura vino a formar parte de su vida en un segundo plano y no fue algo programático: “no es que entro a la facultad y digo empiezo a escribir”. “Empieza, como en muchos casos, como una afinidad generacional con algunos escritores que estaban más o menos en la misma que yo como Patricia Rodón, Luis Abrego, Carlos Vallejos, Teny Alós. Se da como un vínculo generacional y después vínculos estéticos, puntos e influencias en común. Nos dimos cuenta que nos gustaba Pizarnik. (Luis Alberto) Spinetta era un motor de lo que queríamos hacer. Fueron determinantes porque accedí a varios autores gracias a ellos. Todo se dio de forma azarosa y accidental pero también una hubo una actitud receptiva, generar un sincretismo de todo eso y darle la base a lo que fui desarrollando con los años”, narró Valle.


La primera publicación


El resultado de su primera publicación llegó de un proceso natural que vino con el grupo con el cual compartían lecturas y a su vez cada uno desarrollaba lo propio. “Creo que el libro fue la consecuencia de sentir que ya había algo propio”, contó y usó la analogía del músico que deja la banda y comienza un proyecto solista: “Cuando se siente que eso pasa, es que comenzás a tener una voz propia. Cuando lo que escribís es lo más parecido a lo que resuena en vos internamente”.

Sin embargo, aclaró que ese proceso se va puliendo a lo largo del camino. “Para mí, mi primer libro está muy lejos de lo que yo esperaba respecto a lo que soy hoy. Hoy me siento mucho más cerca de ser consecuente con esa voz interna y lo que se expresa afuera”.

Algo imprescindible para Valle es tener esa apertura a la opinión externa no por el hecho de ser influenciable, sino por no ser soberbio y creer que lo de uno sea perfecto. Recordó el acompañamiento que tuvo del poeta Carlos Levy que en ese momento estaba en Ediciones Culturales, como así también a Pablo Henríquez, que colaboró en el armado de la tapa y el diseño del libro. Contó un dato curioso: a Eliseo Subiela le llegó el libro por un amigo en común y, sin conocer a Valle, escribió la contratapa.

Del diálogo va surgiendo la idea que el primer libro de Rubén, Museo flúo, marca un quiebre en todo sentido y una nueva época entre lo que se escribía hasta ese momento y una poética que empezaba a nacer.


El grupo Las Malas Lenguas

En los ’90 formó parte del grupo denominado Las Malas Lenguas que vino a romper con la literatura institucional y marcar un antes y después en la poesía mendocina. Ante la pregunta de si eran conscientes del cambio de época, Valle responde que sí. “Cuando arrancamos como grupo teníamos en claro ‘no queremos ser esto’. Éramos un grupo parapoético, tratábamos de diferenciarnos de cierta literatura institucional que había por entonces y de la que todavía quedan algunos rezagos. En esa actitud había una pedantería postadolescente y esa cuestión parricida que tienen todas las generaciones. Hoy lo comparo con lo que me pasa a mí. Si hay algún joven que me conoce es probable que no le guste para nada lo que hago y eso está perfecto. De todas maneras, si bien teníamos esa actitud diferenciábamos aquellos poetas que considerábamos importantes y valiosos como Fernando Lorenzo, Carlos Levy, Mercedes Fernández, Luis Villalba, José Luis Menéndez. No era negar a todo el mundo”.

“Tiene que ver con la vida misma, los hijos tratan de ser una versión superadora del padre y está bien que sea así. No significa que no lo amen. Diferenciarte para hacerte escuchar vos. Después cuando pasa el tiempo empezás a reconciliarte con el padre. Con la literatura pasa lo mismo, quizás renegaste de algunos autores y pasa el tiempo y tenés otra actitud”.

Hoy le parece absurdo perderse de algo: “Hoy que tenés la vidriera más llena que nunca me parece absurdo que leas a tus colegas de generación nada más. Está bueno que lo niegues o que te pares enfrente porque no comulgas con esa línea de la literatura o poética. Pero hay que leer. Trato de leer a todos, los más chicos, los contemporáneos, los más viejos, de todos aprendo algo y algo me queda. Me parece que es parte de la construcción de la obra de cada uno”.

Pero el poeta no se queda en el tiempo y analiza la producción de las nuevas generaciones: “Es una poética menos lírica, mucho más despojada, mucho más simple. Y cuando digo simpleza no digo pobreza ni de mirada, ni de vocabulario, ni de objetivos. Es una poética más conversacional y muy propia de estos tiempos hipertecnológicos. Cada recambio poético responde a un contexto. A nosotros nos nutrió la vuelta a la democracia y los ’90, cada autor expresa su época y es lo esperable e inevitable. Somos un espejo y un filtro permanente que en algún lado va a decantar”.


El cambio como una búsqueda

Ese poeta que comenzó ya no es el mismo. “Si uno desanda el camino te das cuenta que eras vos queriendo decir lo mismo pero de una forma en la que todavía te faltaba vida, experiencia, lecturas, esa voz va madurando con el tiempo. Pasé de algo más hermético y metafórico a una poética más directa sin renunciar a ese trabajo con el lenguaje. Creo que sigo buscando lo lírico en lo cotidiano y lo voy haciendo donde me importe menos la forma que el contenido”.

Un ejemplo de ello es cuando comenzó a trabajar en los microrelatos y al principio quería dejar en claro que podía contar historias, pero tenían una mirada poética de la cual él renegaba. Un amigo le abrió los ojos y le señaló que es parte de su sello. “Con los años uno va encontrando de qué forma canalizar esa mirada del mundo, de las formas y la vida misma”.


¿Hay un lenguaje de la poesía mendocina?

Para Valle no hay un lenguaje de la poesía mendocina, sino que está en la mirada de cada uno y en ciertos elementos de esa mirada, vocabulario y búsqueda de algunos elementos. “En algunos poetas jóvenes he visto que tratan de crear una poética más cercana. Nosotros teníamos una mirada muy globalizada, con los años se comienzan a filtrar algunas cosas que hacen que quieras anclar tu mirada en el lugar donde estás. Tu aldea va con vos, a nadie de mi generación le importó escribir ‘soy un poeta mendocino’. Teníamos antecedentes como el de Armando Tejada Gómez que tenía una impronta telúrica de la cual queríamos pararnos enfrente. Ellos hablaban de una realidad que era muy lejana a la mía. Mi papá había crecido y trabajado en la finca muchos años y tenía ese entorno, pero yo había crecido en un barrio con cemento. Que iba hablar de la tierra y la vid, sería como escribir de los rascacielos de Nueva York. No tenía nada que ver conmigo”.

“Inevitablemente uno termina tomando cuestiones de su entorno pero nunca me importó. Sí, que lo que decía reflejara mi mirada y eso podía ser de algo interno, de la vida. Si aparece, está bueno porque no deja de expresar lo que quiero decir”.


El ejercicio de la escritura

A la hora de trabajar, Valle contó que es bastante productivo y que escribe constantemente. “Tengo un cuaderno en la mesa de luz donde desarrollo el germen de una idea que después desarrollo cuando lo paso en limpio. Me gusta mucho el proceso de la corrección y el pulido, algunos reniegan de esto y los admiro, pero a la vez no les creo porque están en el límite de lo chanta o improvisado”.

Además, trabaja a la vez en varios proyectos alternativos, a largo plazo, como aforismos y micropoesía, “esos se van construyendo con el tiempo”. Pero no deja la coyuntura de lado y está elaborando libros que expresan el momento actual vivido por la pandemia del coronavirus o el clima enrarecido. Otro con poemas sueltos y otro que compila el duelo por la muerte de sus padres, en un año perdió a los dos. “La mayoría son de puño y letra. Cuando los paso los mejoro y retoco un poco”.




Selección de poemas


El recurso de los bares

En el fondo

del café

danzaba

leve

casi agónica

una sirena

negra

una sirena de la noche

con perlas

en los ojos

Eran los tuyos

No lo supe

hasta cerrar

los míos

Primavera sin alcohol

“Violencia es mentir…”

Indio Solari

Los noventa daban

la cara el golpe

como quien ofrenda

un milagro

una herida.

Sonaba la banda

del asco…

Este país era

un adiós en llamas,

nosotros,

los pasajeros del naufragio,

un volcán furioso

en sospechoso

silencio.

Había que exiliarse en la piel

ajena

porque el café nos anestesiaba

el grito la palabra.

La banda del asco,

sonaba, sonaba…

Corrían

los noventa.

Es decir, corría

la bronca

detrás de los trenes.

En: Museo flúo (1996)

Velada

Dos

ciegos

bailan

un vals

en la

oscuridad

Nadie

los ve

Mal de ojo

No veo siquiera

el espacio

vacío

donde en teoría

tendría que estar

tu cuerpo de

Eva famélica

en actitud de dulce

espera

No alcanzo

a vislumbrarte

ofrendando tu ansia

tu pacífica dentellada

de guerra

La soledad

es un punto de vista

En: Los peligros del agua bendita (1998)

3

Todo cabe

en el cielo

Inclusive

tu ausencia

17

Extenso e inabarcable

como las manos de mi madre

esbozando un abrazo de oso

a la salida del colegio

Cielo de las seis de la tarde

En: Jirafas sostienen el cielo (2003)


Salmo de las orquídeas

Llueve adentro,

del lado en que la vemos pasar

mirando sin ver, hablándole

al perro fiel encadenado a su sombra.

Llueve de palabra, entre libros y mensajes

cifrados en unos anteojos empañados.

Con percusivo ritmo de selva citadina

caen las aguas del amor que aún no se escribe.

Llueve adentro de los ojos

y desde ese faro agónico hacia la vereda

donde precipita sus pasos la mujercita

del paraguas cerrado como un signo de preguntas,

la del silencio cosido a su muda boca sin pintar.

Las luces de la calle la delatan aviesamente,

ponen en primer plano su tristeza sin orillas,

su anegada nube de dolor desdeibujándola.

Atada al sumiso caracol que arrastra sus pies

regresa sola del cementerio de los solos

con más flores de las que llevó temprano a la mañana.

También dentro de su cuerpo está

lloviendo como en domingo

y donde llueven penas le van creciendo orquídeas

para el día de todos los santos.

El otro yo

Debería robar un banco con el poder de la fe,

travestirme de astronauta cosmopolita

o capturar a un ángel entre dos silencios

para ganarme tu confianza,

para que me absuelvas

del mar que se hunde en tu pañuelo.

debería, me digo, darte mis manos

para que las leas como un libro encantado.

Debería irme o quedarme como un perfume,

dilucidando acertijos en la borra del café que nos enfría.

Debería huir como el ladrón inexperto

disparándose a sí mismo,

como el ángel enredado en una discusión de sordomudos.

Debería admitir que hay amores que nos pasan

como inocua música de aeropuerto

y así abrirle mi caja negra a lo trágico y a lo absurdo,

a tus llegadas con escalas,

a tus constantes viajes sin retorno.

Debería, te digo, estar más atento.

En: Placebos (2004)

Monólogo exterior

Creo en las verdades piadosas

En el tic tac de la hoja en blanco

En que uno más uno es uno

Y que poco importa si venimos de Eva

los monos o los barcos

Creo que dios es una luciérnaga en pleno día

y que los padres son magos antes que reyes

Creo que la fe es una ventana

y hay quien se tira y quien no

Quien habla un idioma propio

y quien calla en la lengua del otro

Creo en caminar por el filo de una palabra

Tropezar dos veces con el mismo poema

Y blasfemar contra las putas musas

Creo en la duda y su recompensa

(Creo que creo)

Creo que todo está dicho

Tanto que vale decirlo una vez más.

Cuore

Roto como un vidrio roto

el músculo late disciplinado

en su pecera imposible

Aguafuerte que miente dos veces

Nadie muere por amor

Pero la sangre no es

yegua de atar

No cierra pactos que la piel no pueda

sostener

La sangre es este río seco

que nos va llegando

Escarabajo en su tinta.

En: Tupé (2010)

El árbol juega al equilibrista

De un nudo a otro

Hoja por hoja desanda

la caída dejando el tesoro

de su savia oculto

en la raíz cuadrada del sol.

Donde estuvo el jardín

renace otro edén

La tierra hizo las paces

con las alimañas

Y una magnolia certifica

el pacto con el cerezo

Todos esperan que la lluvia

colme las copas vacías

El rayo desespera

por alumbrar

esa vida que late

como corazón hecho

a mano.

La sangre no se detiene

Persigue su camino como un designio

De las venas se abre paso

hacia un periplo que sortea

cuerpo sábanas pañuelos

Se dirige a la caverna

donde moran las voces

de sueños ajenos

Allí la sangre lee el ojo de Polifemo:

bienvenido, ahora descansa

La sangre se extiende

Recién entonces el cielo

recomienza como la canción

del sinfín.

En: Grietas para huir (2013, segunda edición ampliada 2020)

Los inolvidables

Como cerrar el piano

y que la música siga sonando

Así de tácitos así de cercanos

Siempre a la vista el tacto el paladar

Dejando a cada paso migas hilos epifanías

para seguir latentes en este laberinto sin Ariadnas

Como explotar y multiplicarnos

en una imparable lluvia de esquirlas

que a nadie roce que a todos deje cicatriz

Permanecer desde la ausencia urdir la muesca

Ser la llave maestra otra vez los inolvidables

La montaña entre ceja y ceja el camino nunca sus atajos

Que nuestra palabra refleje la tensión de los puertos ajenos

el agitado renacer de los campos la última noche en la tierra

Y en el desierto insomne donde reina el silenciero

y su piedra muda

dejar impresas las mejores huellas las inspiradas las definitivas

Que lean a voz en cuello por aquí pasaron los inolvidables

los que cortaron las flores con el filo de sus lenguas

los que amaron hasta dolerse los que odiaron hasta arder

los que bebieron el mejor y el peor vino

los que soñaron morir a lo bonzo en el baño

de la biblioteca de Alejandría

los que a una isla sólo se llevarían a sí mismos

Los inolvidables somos capaces de traducirnos de memoria

Nuestro único secreto consiste en saber cuándo cerrar la boca

o abrir ese libro del hambre que empieza y termina

entre dientes

A Teny Alós, a Las Malas Lenguas.

Mujer con naranjas

Llega la noche y todos intuyen

-aún con la ventanas cerradas

o bajo el misterio de las sábanas-

que al menos hoy no llegará el fin del mundo

Se consuelan con ver pasar a la mujer con naranjas

llevando la luna de París anclada en su escote

Su perfume –juran los adolescentes- es una piedra limpia

que la belleza arroja con vehemencia en sus narices

De por vida llevarán esa cicatriz que sólo ella ve.

En: La lengua del ahorcado (2019).


Rubén Valle nació en 1966. Fue miembro fundador del grupo parapoético Las Malas Lenguas y editor de las hojas literarias Tres Agujas y Tiburón Amarillo. Desde 1997 hasta principios del 2000, dirigió la colección de poesía Mesita de Luz para la editoral Diógenes. Ha publicado los libros de poemas Museo flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004), Tupé (2010), Grietas para huir (2013, ebook), Lo negro de la nieve (2018) y La lengua del ahorcado (2019). En dos oportunidades obtuvo el Primer Premio Certamen Literario Vendimia en la categoría poesía.

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