Bajarse del podio de la poesía
- futuroseran
- 2 ene 2021
- 8 Min. de lectura
Entrevista a Débora Benacot.
En una casa repleta de libros y papeles de una madre profesora de Letras y poeta sumado a un padre ingeniero eléctrico amante de la literatura, se fue gestando una poeta mendocina que no se encasilla en rótulos pero usa la palabra como vehículo.
Débora Benacot se encuentra desde hace tres años en California, Estado Unidos, y desde allá contó a Futuros eran los de antes qué la llevó a dedicarse a las letras. El clima intelectual de su casa y su infancia siempre tuvo que ver con el arte. “Mi tío paterno era violinista, mi mamá iba a una sociedad de ciencias, artes y letras donde se hacían tertulias literarias y me llevaba de chiquita. Siempre tuve la suerte de estar muy motivada e incentivada por lo artístico, íbamos una vez por mes a ver una obra de teatro por ejemplo”, comenzó su relato.
La pasión de sus padres ayudó para que la poesía surgiera como algo natural. Así fue que cuando era muy pequeña le dictaba “poemas locos” a su madre que era su referente, aunque no quería parecerse a ella. “Lo hacía porque me gustaba, siempre me decían, ‘como tu mamá’. Era lo que habíamos aprendido como un gusto compartido. Mi mamá dictaba un taller para niños y yo iba. Durante la primaria y secundaria escribía diarios íntimos y no se me cruzaba escribir poesía. Después empecé a hacer cosas tímidamente y no las mostraba”, relató.
Luego, en la facultad le dijeron claramente que si quería escribir que no estudiara Letras. En ese momento no tuvo dudas porque estaba segura de que quería ser profesora pero terminó la carrera y no quiso dedicarse a dar clases. “Hacía años me había presentado en la beca Calle y perdí. Luego en el secundario me presenté a algún concurso y gané. Ahí comencé a decir ‘a lo mejor puede ser’. Pero estuve muchos años dedicada a la facultad”.
Entre el 2004 y 2006 la empezaron a invitar a ciclos de lectura. Recuerda una muestra en el Museo de Arte Moderno de Mendoza donde preparaba un mini espectáculo que tenía coherencia con los textos. “Lo trataba de hacer visual y artísticamente atractivo”, contó y agregó que ya en esa época tenía “libritos” y poemas más armados. Participó de concursos, el Vendimia por ejemplo, pero no eran seleccionados. La revista Serendipia fue donde publicaron por primera vez sus textos. En el 2009 sus poemas aparecieron en tres antologías: “Lo tomé como señales de que no me podía hacer la que no escribía”.

Débora describe su trabajo creativo como un proceso caótico. “Es caótico y de a puchitos. Siempre ando con papeles y libretitas. Por ejemplo, en una anoté ‘los hospitales y los aeropuertos se parecen’, ese verso, nada más. Fue en el hospital el día que mi tío estaba agonizando. Ese poema después estuvo en Pirsin. Me enamoro de una palabra, conceptos y luego los trabajo. Me enamoro de una palabra o un concepto que se llaman como imanes. Tengo catalizadores, algún evento, que me ayudan. El proceso es siempre a mano, analógico. Luego lo imprimo, lo reviso. Es un proceso por capas, volvés y volvés. Lo dejás un tiempo y se ve de nuevo”.
“Los primeros poemas que escribí salieron más sueltos e inconexos, después los uní bajo una temática para presentarlos. Pero en general me gusta trabajar con una línea”.
Sobre su primer libro publicado, Ácaros al sol (2011), Débora contó que “son como cinco libros en uno porque tenía esas obras más pequeñas que había presentado a concursos y que no habían ganado. Ya había trabajado en esos textos y quería publicarlos. Las secciones son como libritos pequeños y en la última parte que se llama Ácaros sueltos no hay un hilo conductor. “Me divierte, entretiene, entusiasma, organizar un libro rondando un mismo concepto. Es un desafío no repetirse”, describió.
En el caso de Pirsin (2012) también fue presentado para el concurso literario Vendimia. “Mi tío me apoyaba mucho y me lo puse como objetivo, como un homenaje a él. Soy hija del rigor, al tener una fecha límite me ayuda y en poco tiempo lo hice y así surgió Pirsin”. El evento de mi tío me dio el empujón que necesitaba”, afirmó.
En el 2015, el fallecimiento de su padre también la marcó. “En tres años nos pasó de todo en la familia. Fallecieron mis tíos y mi papá. Una racha muy terrible”. Por eso en el 2017 tuvo la idea de escribirle un libro a su padre como homenaje. Como él era aficionado a la fotografía, hizo poemas a partir de fotos. “En las fotos que tengo de mi vida él está del otro lado y ahora lo tengo del otro lado verdaderamente. Ver esas fotos es verlo a él a pesar de que no se vea. Hubo una voluntad de armar los poemas a partir de ahí”.
El concepto de las generaciones de poetas no le atrae y asegura que nunca se ha arrimado a la poesía porque la escriba alguien joven o no, sea de su ciudad o no. “Sí tengo grandes contemporáneos que son amigos poetas. Es muy bueno sentir que estás con otras personas y cada uno está haciendo su propio camino y proceso. Admiro a Eliana Drajer, a Eugenia Segura. Están mis amigos del este Hernán Schillagi, Fernando Toledo, Sergio Pereyra, Cecilia Restiffo. No me gusta eso de encasillar o que se me encasille. Me siento muy cerca también de Juan López, de Dionisio Salas Astorga, ellos me apoyaron mucho. Siento resonancias con lo que ellos escriben…con Rubén Valle, Patricia Rodón, todos los de las Malas Lenguas. Pero huyo de todos los tecnicismos. Si ese poema me dice, me habla, bienvenido, no importa de quién venga. No me pongo a ver cuántos años tiene. Las cosas han cambiado”.
“Todo el tiempo se está escribiendo y la ventaja de las redes sociales ayuda y me encanta que haya muchas voces. Que se le pierda el respeto, que nos bajemos del banquito del podio de la poesía, de la declamación y si jugamos a decirlo de una manera impostada que sea a propósito, con un efecto”.
El rol de los certámenes y concursos juegan un papel determinante y Benacot lo vive así: “Los concursos te obligan a que los poemas tengan coherencia, una pulida, a revisar y a leer como si fueras otra persona, muchas veces estás apegado a lo que hacés y lo largás para que un tercero lo juzgue. Todos los poemas que perdieron me permitieron que luego los arreglara. Hay que presentarse, tanto si ganás o si perdés. El premio es haber escrito. Ganar no es llegar a ningún lado, es una palmadita, no hay que depender de eso y cuando viene, viene bien”.
A pesar de estar a miles de kilómetros de distancia de su tierra natal, Débora asegura que uno “se lleva a sí mismo adonde vaya, no te escapás de nada”. “Fue raro pero he podido participar de actividades literarias donde pedían poemas en inglés. También estoy en una antología de poetas de la bahía”. Pero todo tiene su porqué, ya que en 2015 pasó algo muy particular en Mendoza. Salió el número de una revista española llamada “Alambique” donde participaron 6 mendocinos, y ella fue una de participantes. “Una poeta de Estados Unidos, Margaret Young, los leyó y le gustaron. Fue a Mendoza y me planteó que le interesaba traducir mis poemas. Ella empezó a moverse y abrir caminos. Pero voy a ser yo en todos lados. No hay escapatoria. De esa no me salvo”.
Débora Benacot es una poeta que ha ganado peso cultivando temas como el dolor de las pérdidas y que celebra las cosas que requieren tiempo, como dice en un poema de la esperatriz (2018). La ausencia de toda pose en su voz y en lo que cuenta, su respeto por el trabajo de otros es algo necesario en momentos donde tender lazos, en este caso desde la poesía, es una necesidad cada vez más real.
Federico Lemos
Sergio Morán.
Selección de poemas
De: Ácaros al sol (2011)
“even lovers drown”.
W.B. Yeats
También resbalarás
como los otros
para lamer
el veneno
mohoso y sedentario
de la angustia
vas a sufrir
pero no ahora
no donde pueda verte
tan lejos que me impida disfrutarlo
yo sé que será así
-siempre sucede -
tardía tos, mi risa
-aplauso a contratiempo -
la arpía rencorosa que hay en mí
nunca festeja.
A Punky
De repente: desnudos y en la nieve.
Ella tenía
todas las llaves de la casa
el margen de los días
las roldanas del tiempo
los besos indelebles
entonces, lo fatal
la bofetada
Dios y su alzheimer
quitando un nombre equivocado de la agenda
quisiera barnizarte algún recuerdo
y así
poder pasearlo en los bolsillos
tener siempre a la mano
roer como manzana
sin embargo
nunca alcanzan los bálsamos
las buenas intenciones
es la muerte
el único presagio
que se cumple
en todos los horóscopos
y las ausencias, cucharón de espinas
revolviendo el alma,
hasta que espese.
De: Pirsin (2012)
La tribu te dejó
en veremos
con la espina de pez cruzando el labio
creciste en una noche
toda la ferocidad del golpe
y ahora ya sos grande
para qué
si te dejaron
adulto
solitario
los miedos en ayunas
en medio de la jungla.
No hay apuro en sangrar, pero lo hacemos
como desovillando un río que amanece
por dentro
No queda más
que escoger el sitio
donde empollará
el dolor
buscar el rincón
y dejar que tropiece
por última vez
en los pulmones
el aire.
De: En las fotos todavía corre el viento (2017)
Un copo
que no es igual
a ningún otro.
Esa estampa inmarcesible
regocijo de criatura
en el asombro
ver así de cerca
lo blanco
para siempre.
Una foto
única
donde todavía
cae la nieve.
Daddy issues
El problema, pequeña,
es encontrar otro ingeniero
sensible
con quien bailar un tango en mitad de la fiebre
o el vals
de tus quince años.
Han vaciado
de un tajo la luz
y la vela se ha
rendido.
Sólo queda
jugar con el humo
abrazar fantasmas
mientras pasan.
Ir a tientas por la casa
chocando las ganas
contra paredes
que levanta
el silencio.
Parece complejo
pero es simple, Electra.
Lo complicado
es la ausencia.
De: la esperatriz (2018)
midnight cowgirl
Everybody´s talking
Y a quién le importa si todo es una gran mentira
si habitás
eternamente el intervalo
no volvés de la tanda
y ya nunca sabés como termina
la película
si tu viaje es de segunda
no incluye refrigerio
y jamás ganás
el bingo triste que ejecuta
el asistente de abordo
si tu vida es apenas
una parodia
de la vida que no te animaste
tu amor un cover del amor
mal tocado
en ukelele.
Prendo la hornalla
pongo la yerba en el mate
mientras espero que el agua
empiece a temblar
Me gustan las cosas
que requieren tiempo, paciencia
y fuego
son demasiados los atajos
de la vida posmoderna
y ya cansa un poco lo instantáneo.
Es casi una declaración de principios:
no tengo pava eléctrica
elijo no tenerla.
De: Umami (inédito, en progreso)
Pino cuenta en un audio
cómo comían
en el pueblo las tortitas negras
ensanguchadas.
Era un truco que le habían enseñado
otros chicos, todavía más pobres
y más sabios en eso de conservar
a toda costa
los cristales preciosos
del azúcar
oscuro tesoro del deleite
la necesidad tiene
mañas
para minar su amargura.
Metáfora
Bonita ella
en su bote
sola en mitad
de la correntada quieta
su río es
dulce de leche
repostero
y en las manos,
dos vainillas tiernas
tiene los brazos fuertes
bonita
de catástrofes más raras
ha salido
en dolores más espesos
ha remado.
“Esto es lo mejor
que comí en mi vida”,
dice el hijo a cada uno
de los platos que preparo.
No es que yo sea tan buena
cocinando
es él el ser del paladar
extraordinario.
Quisiera para mí ese presente
la entrega de abrazar lo que hay
como si no hubiera
bocado mejor
en el futuro
poder
saborear cada momento
que ha sido concedido
saberme afortunada
así de satisfecha.
Ceremonia
a Melisa
Basta apenas
con tomar de la alacena
esa taza
la que tiene mariposas y diseño ergonómico
la que me regalaste
cuando me fui de casa.
Un blend de hierbas y especias que hablan
el idioma de otro otoño
canela, jengibre, hibiscus
manzana, manzanilla, achicoria tostada
y cascaritas de naranja.
La bolsa se sumerge
no tiene un hilo para el rescate
después de ahogar los ingredientes
el tiempo necesario
hay que pescar del fondo del líquido
al mártir
junto las manos
alrededor de la cerámica
como si fuera un abrazo
capaz de abrigar tanta distancia
ardiendo
el aroma es cítrico
el sabor es punzante
el color es el rojo
feroz de tu pelo
a veces.
Finger food
*
(Sos) más rápida
que la comida
(chatarra).
**
Quien avisa no traiciona
Tus antojos son
como los Gremlins:
Nunca los alimentes
después
de la medianoche.
***
Fuera de su país de origen,
toda comida es
exótica.
Débora Benacot nació en Mendoza en 1976. Publicó ácaros al sol (fundíbulo ediciones, 2011), Pirsin (Premio Vendimia de poesía, Ediciones culturales de Mendoza, 2012), En las fotos todavía corre el viento (fundíbulo ediciones, 2017), la esperatriz (elandamio ediciones, 2018) (poesía) y Escrito en un grano de arroz (fundíbulo ediciones, 2014) (microficciones).
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