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Entrevista a José Luis Menéndez: “nos veíamos como eslabones de una cadena que no debía cortarse”

José Luis Menéndez es un poeta de larga trayectoria con una obra poética y ensayística sólida. Generoso, sin la pretensión de creerse dueño de espacios y con una cosmovisión coherente acerca del mundo y lo poético. Su obra es un espejo donde mirarnos, no deja nada afuera: una voz definida, comprometida con este tiempo y que a la vez no descuida el trabajo sobre el lenguaje. Todo lo que nos interesa. La entrevista que sigue y la selección de poemas, dan cuenta de todo eso.


F: ¿Cuál fue el clima intelectual de tu casa durante tu infancia?

J.L.M: El mejor clima. En tiempo de mi niñez no había televisor y casi ni radio. Además mi padre, aún siendo un artesano sencillo, conocía de libros. En las noches, después de cenar, me leía lo mejor, Cervantes, Lope de Vega, Calderón, y hasta Shakespeare. Además me inscribió en la biblioteca pública del pueblo, cuyo material fui agotando. A los once años ya tenía leído todo lo que había, hasta Dante, incluyendo Julio Verne, Salgari o Alejandro Dumas. Cuando me hallaba distraído, sin hacer nada, mi padre me ponía a trabajar, que le ayudase. Llegué a ser bueno haciendo escobas. Pero si estaba leyendo, me dejaba en paz. Murió recitando un poema de Espronceda: -Con diez cañones por banda / viento en popa a toda vela / no corre el mar sino vuela / mi velero bergantín…


¿Cómo empezaste a escribir? ¿Cómo y cuándo publicaste tu primer libro?

- Empecé con artículos de opinión sobre política, eran los años 60, se avizoraba un futuro de “los de antes”. Con otros amigos fundamos un periódico, que sostuvimos muchos años. Por suerte no me queda ni un ejemplar, nada escrito de lo que pueda arrepentirme. Era por entonces un joven fluvial, nadaba, remaba, contenía la fluencia del río, una vena del Paraná. Me faltaba el respaldo de la montaña, la consistencia que hallé en Mendoza, adonde vine con treinta años por un trabajo de tres meses y me quedé hasta hoy. El cuarto (y último) de mis hijos nació en Godoy Cruz. El primer libro, “Juego sin límites”, lo publiqué en 1989. Eran poemas. Por entonces tuve la suerte de conocer a Joaquín Giannuzzi, quien escribió la contratapa. Fue comentado en “La Nación” por David Martínez y yo me creí que había tocado el cielo. O sea, empecé siendo un escritor equivocado. Tal vez lo siga siendo, espero que menos.


¿Cómo trabajas? ¿Haces planes?

- Trabajo en los huecos, que vienen a ser las entrelíneas de lo que vivo. O sea, cuando no tengo vencimientos fiscales a la vista y me vienen ideas, nunca demasiado abundantes. Las buenas son las que tomo de mi esposa, Leticia. Ella es mi musa y correctora. Muchas veces lo que sale son apuntes borrosos, después los ordeno.


¿Cuáles son tus temas?

- En poesía lo clásico, el amor, el tiempo, los datos de la vida y la muerte. En prosa todo lo inmerso en la batalla cultural que siempre pierde el mundo de los pobres, los excluidos, los castigados, contra los dueños del poder. La gente como yo ni le hacemos cosquillas, pero ¿sino qué? Al menos sostenemos un ejercicio devaluado, entender o tratar de entender los hechos, porqué es que pasa lo que pasa.


En la presentación de la antología Los lados de la vida, Luis Benítez dice que cuando empiezas a publicar, década del 90, hay en la producción poética argentina un empobrecimiento generalizado, una parálisis de lo lírico, un coma inducido del vuelo poético. ¿Cuál es tu mirada sobre eso? ¿Crees que la situación en Mendoza era distinta?

- No existe otro mundo y Mendoza. Así que no era ni es distinto. Incluso creo que ahora, covid mediante, es peor. No veo la forma de que un libro trascienda el círculo de los amigos. Pero es un hecho estructural. Si en nuestro medio un escritor sin nombre hubiese escrito “Adán Buenos Aires” o “Rayuela”, las librerías que hubieran aceptado los libros, todavía los tendría en el sótano, con suerte.


¿Crees que se podría hacer algo desde lo público, por ejemplo?

- Un departamento de cultura podría hacer algo, pero no sé, hace un año que no salgo a la calle, ignoro realmente que hacen. Lo usual ha sido subsidiar actos o personas casi nunca proyectos. No creo que haya cambiado. Es difícil mover los elefantes.


¿Conoces la producción de poetas jóvenes? ¿Qué opinas?

- Esta es una pregunta complicada. ¿Cuál es la edad de corte? ¡Porque para mí todos son jóvenes! ¡Hasta uno de los grandes, como Silanes! Si me dijeran, por ejemplo, Rubén Valle, respondería que la poesía está muy bien, sigue mostrando lo negro de la nieve. Si bajamos la edad, y pienso en Débora Benacot, también diría lo mismo. Pero si seguimos reduciendo edades ya no sabría qué decir. Conozco algunos poemas sueltos pero no libros. He sido jurado de un certamen Vendimia que premió a Omar Occhi y a Gabi Jiménez. Recuerdo una obra de Eliana Drajer, “Muñequitachocadora”, que llegó a mis manos por casualidad, y me gustó mucho. También recuerdo una excelente antología, editada por Dionisio Salas Astorga, que nos produjo algún acercamiento, aunque no suficiente para emitir juicios. Pero en general advierto cierta grieta generacional. Intuyo que los poetas de entre veinte o treinta y tantos años actúan con más autonomía, quiero decir, con un derecho a creer que la poesía empieza con ellos. Se reconocen entre sí, por medio de las redes. Y cuentan los “me gusta”. Es un derecho legítimo, por cierto. Pero no es el que teníamos antes (pienso en Fernando Lorenzo, Luis Villalba, Julio González, Carlos Levy…). Nos veíamos más como eslabones de una cadena que no debía cortarse, bebíamos de las fuentes. De lo escaso que tengo leído de poetas nuevos, rescato su originalidad, viven el presente como un fin de camino. Aunque les duele.


¡Qué interesante reflexión! Es cierto que las nuevas generaciones pueden pensar que la poesía comienza con ellos y reconocés que eso es legítimo. ¿Pero no crees que la falta de política cultural, la debilidad de la industria editorial de la provincia, tiene algo que ver con eso? Como si cada diez o quince años las nuevas generaciones tuvieran que empezar de nuevo, sin que quede rastro por seguir de lo anterior.

- Es posible que una política cultural activa disminuya los malos efectos. Pero en verdad todo sucede dentro de un contexto mucho más amplio, incluso global, que incluye la conformación de las familias, las relaciones de pareja, los compromisos afectivos en general, los laborales en particular, las perspectivas de cambio, etc. Y abarca a todas las edades. La marea de cambio social de los años ’60 y ’70 se perdió. Y esa oleada todavía no se reproduce. Los mayores tenemos el gen de la esperanza, siempre creemos (o queremos) ver insinuaciones de algo nuevo. Aunque no sea real, es un engaño que nos gusta. Ahora, en cuanto a los jóvenes del no-pasado, muy bien pueden pensar “que mundo de mierda nos dejaron”, sería un derecho válido. Por suerte no son todos.


Mencionaste a las redes en la misma respuesta. Tal vez la inmediatez genera una relación distinta con el pasado. ¿Qué opinás de eso en relación a la grieta generacional a la que aludís?

- Internet es otro fenómeno increíble. Pero lo generacional es secundario. O momentáneo. En el fondo se trata de la lucha de siempre, librada en otros planos. Hay puertas que llevan a la resistencia y otras a la resignación, al conformismo. Noam Chomsky, el papa Francisco, Julian Assange, Pepe Mujica, los jóvenes millenials, gente así, contra la cadena mundial de noticias, las fake-news, el law fare…


¿Y a vos no te duele el presente como un fin del camino?

- Sí, pero dentro de una lectura histórica, de cierto orden causal. Entendiendo causas podemos imaginar respuestas. Y sobre todo, picar en la esperanza. Tal vez sólo sea una ilusión. Pero da vida.


¿Cómo pones trabajo en la esperanza? ¿qué estás haciendo?

-Yo pienso en términos de una esperanza social no individual. Cada hombre solo no excede la esencia de un insecto. Pero una hormiga es el hormiguero, una abeja es el enjambre. Eso sería para los hombres sería una sociedad integrada y con justicia. Sobre eso escribo. En 2020 publiqué tres libros, “Estética del peronismo” (www.alphalibros.com), “El arte de leer” (que está en Amazon) y “Poemas para usar”, que editó Rubén Valle (en “Peras del olmo”). Ahora estoy cerrando otros dos, un ensayo sobre cómo leer un poema, y otro sobre “Cien años de soledad”. Para seguir tengo el boceto de una novela, todavía sin nombre y sin fecha, el tiempo dirá.


Sergio Morán

Federico Lemos


Foto: Camila Toledo



Selección de poemas


De: Juego sin límites (1989)


La creación

Todas las culturas hicieron su creación.

De tortugas, de sol, de genitales,

en el simple acto de perder la pereza.

Despintaron todo lo pintado

deshicieron todas las estrellas

taparon de polvo los abismos

y así fueron abriendo

de una vez (para siempre)

los nombres necesarios.


El agua para espejar

la floración cambiante de las madres.

el Fuego para bruñir

la paternidad de los milagros.

Los Truenos para medir

la intensidad de las furias.

Los Árboles y el Viento para trazar

los pasos de la danza.

Y los hombres con cuerpo de caballo

y las mujeres con cola de pez

y los vendavales de plumas

y los monumentos de granito

y las apariciones fantásticas

para poblar

de un soplo

la vaciedad de la tierra.


De esta fiesta venimos.

Se nos ve una risa

colgando en las orejas

y en la boca dos uvas.

Ayer es una flauta

un juego de timbales

una línea de cuerdas transparentes.

Hoy la fiesta bendice nuestro coro

y su marcha

como siempre

sigue.



De: Tierra firme (1992)


Quizá no sepas

Quizá no sepas

que los hombres demasiado buenos

al morirse, dejan mucho dolor.


Quizá no sepas

que si hay hombres en círculo

ya no pueden fugarse las palabras.


Quizá no sepas

que si hay plumas en círculo

los pájaros dilatan

el grito de los muertos.


Quizá no sepas

que andamos y andamos los caminos

pero cuesta llegar hacia nosotros.


Quizá no sepas

que la libertad no existe

si no se gana

y que nunca se gana

si se ignoran las cosas necesarias.


Quizá no sepas

que cuando los niños dejan de juagar

por los parques y las veredas

y se esconden en sus casas

los árboles

(disimuladamente)

lloran.



De: Casa de palabras (escritos a fines de los ´80 y comienzos de los ´90)


No demasiado lejos


Es una colmena de hombres y mujeres

la que hace flamear sobre los campos

sus herramientas laboriosas

y sus pañuelos de colores

y sus sombreros de paja.


Si nos acercamos podemos ver sus rostros

-tan amados por el sol-

y ser parte de sus labores

y sus rutinas añosas

los secretos que no dejan morir.


Cuando los vemos desde lejos

notamos de qué modo la vida los envuelve

de qué manera se van perdiendo

hasta irradiar esa ilusión ese espejismo

de que la tierra se los traga

y que el vapor y el agua

y los hombres los animales y el pasto

son una sola cópula

un solo rastro de seres y divinidades

que se pierde en nosotros.

Así nos crece un sitio

que se presenta siempre de una manera parecida

y en donde los frutos no se pueden diferenciar,

como si fueran obra de las mismas manos.

¿Cuál es el agua que nos pertenece

que tiene acaso nombre y cerco y testamento

en este inmenso río que tanto lleva piedras

como cuerpos hundidos por el mal?


Es un lugar que se coloca encima

del cuello de los cisnes

las ceremonias diplomáticas

los espejuelos que se ofrecen

para los encantamientos fugaces.


Un sitio que se puede fundar

sobre la tierra polvorienta

los arenales huecos

la estepa congelada

pero donde caben todos los hombres

y cada huella puede ser trazada

de corazón a corazón.


Ese lugar no se halla ni lejos ni perdido.

Su dibujo obstinado suele verse en el aire.



De: Reunión con Poe (1994)


(La máscara de la muerte roja)

Afuera del castillo,

uncidos por el yugo de los grandes pendones,

la raza de labriegos

va moliendo su tallo de trigo desolado.


Pero el dolor abandona más dolores.

¿Qué será entonces de tu pradera seca,

huevo de náusea de la tierra,

cabalgadura de lombriz,

dios opaco de los hombres sin honra?


Yo lo presiento:

aunque guardes tu miedo

entre murallas

y vibres como un látigo

sobre espaldas serviles

y despliegue (al paso

de la muerte) tus heces de locura,

el pueblo que silencias

te encontrara para decirte

soy de tu misma materia

bebo y respiro como tú

me reproduzco como tú

camino como tú

y mi peste también te pertenece.



De: Como la maga (escritos en los ´90)


Principio de vuelo

En el principio era el silencio.

Hasta que de una larva salió una mariposa.

Dos alitas volando fueron el ruido

del amanecer.


Después llegaron las palabras y tú.

Fueron la pausa en el abismo

la voz para decir el modo

de honrar una batalla

y que después no importe.

Así es que me perdía

en aquellos temblores

que la tierra contaba

por medio de tu cuerpo.


Sospecho que ya sabes,

amor, de mi repique ciego

de mi obstinada forma.


Lo mismo voy a revelarte

un pequeño secreto.

Nunca me busques

igual que si yo fuera

un grito en la calle.


La vez que no me veas

estoy dentro de ti.



De: Tendrá tus ojos (escritos en los ´90)


Más precisiones acerca del alma


Mueren los hielos, las montañas,

mueren las hojas

que han precedido a los desiertos

y mueren los desiertos.


Se contamina el aire

se incendian los bosques

se agota el agua

todo se mueve hacia su fin.


Centauros perdidos desbocados

látigos de fuego debajo de la lluvia.


Todo se ha de callar, menos la historia

que cada uno nos dejó de los otros.

Leemos en busca de más vida.

a veces la vemos cuando tiembla

en la guarida de los genios.


El alma es la palabra.

Es lo que fuimos contados

como un espejo de otro dios.


El alma es la materia de las religiones

pero la duda es la religión de los poetas.


El silencio no existe, es hablar hacia adentro.

No hay otro milagro.

La palabra es la medida de todas las cosas.


De: Flechas incendiarias (escritos en los 2000)


Definición de la utopía


No pienso en la quimera pura

en los poderes inextinguibles

en la vieja salvación de las momias

en tantas viejas cruces

clavadas para siempre.


No pienso en el follaje

de los árboles secos

ni en la bondad del amo

ni en la promesa de quienes se burlan

de sus propias leyes.


Pero sí pienso

en la suave maduración del fruto

en los encantos de un lugar que no existe

en las bocas ingenuas

que humedecen la luz.


Oh sabia coloración de la tierra

en la que yace

la majestad del surco y el sonido

los llamados del mar

lo que asoma detrás de las montañas

y lo que viene de ti

pequeño jardinero

que recién has nacido

y ya moldeas

en tus panes de hierba

los poemas de otro tiempo.



De: Cuerpo de mujer (2007)


Hoy amo la distancia

(Para Iriana, en Ixelles)


Hoy amo la distancia

porque llueve

y al rato sale el sol

y otra vez llueve

y al rato sale el sol

y otra vez llueve como allá

con esa parsimonia

que parece atravesar la piel

pero es la vida.


Amo la distancia

que me tiende a mirar esa ventana

a ras de piso de tu casita gris

aquel extraño cuadro

de cuerpos espejados y de pasos

que buscaban salvarse

-lo mismo que los gatos y los niños curiosos-

del zarpazo callado de las hiedras.


Amo la distancia

que me da valor para decir

lo que ayer no he sabido

lo que guardo de ti lo que navego

las horas que me llevan por fin

como el hijo de un hijo

como un profeta de dos mundos

al reino de tus ojos.


Amo la distancia

que cada día me vuela hacia tu sueño

tu dulce paz dormida

cuando en mis horas

apenas se dibuja la noche

y las montañas que caen

sobre los hombros

recién se van vistiendo

con su primer azul.


De: Defensa del diablo (2012)


Modernidad


El tiempo placentero de Felipe Segundo

navegaba sobre mares dialécticos.

Los demonios le robaban los barcos

el oro de las Indias

los colores de la tierra virgen.

Financiaban las nuevas maravillas.


Ahora somos el oráculo muerto.

Donde había un cielo limpio un espacio abarcador y lejano

ahora hay un laberinto de satélites

de misiles nucleares que aguardan

la hora de caer.

Donde había un salmo una plegaria

ahora vuelan mensajes

de teléfonos móviles

y juegos estruendosos que doblegan

los espacios del habla y la caricia.

Donde hubo placeres bucólicos

hay una revulsión

una vida en penumbras.

Donde ardieron batallares heroicos

ahora duermen los brazos en silencio.

Donde hubo caballadas de galope sin freno

sólo quedan sus huesos cubiertos de ceniza.


Doscientas cuarenta personas

detentan la mitad de la riqueza

producida en el mundo.

Ellos no van al Cielo, están en el Cielo.

Desde sus umbrales dorados

recitan las tablas de la Ley.


No desearás la propiedad ajena

ni la mujer ajena

ni los animales ajenos.

No robarás ninguna propiedad.


Se lo dicen justamente al que no tiene nada

a quien todo ya le ha sido robado.


De: El amor vence al odio (2015)


El amor vence al odio


La historia de los hombres no es un trazo perfecto

donde todos agregan su puntito

y después celebran milagros y resurrecciones.

El amor trabaja pero despacio,

emplumando los huesos, de a poquito.

Y apenas si aflora cada tanto cada mundo

cada vuelta de madre cada siglo.


Se suele confundir, mueve sus letras, seduce,

quitapenas. Se reviste con escamas rojas

y besa labios que jamás olvidan. Después

baila. Con los pasos de la persuasión,

atraviesa sombras y corazones dormidos.

Pero no evita las vacilaciones.

Hay días que no sabe cómo y se vuelve al ayer.

Allí lame su espalda su fatiga su caricia más vieja

y pone de nuevo su mirada en el cielo.


Los sueños van y vienen. Desde David contra Goliat

desde las piedras que resguardan las verdades del tiempo.

Desde las manos que descubren un pan unos fueguitos

unas hebras de luz, en los sitios oscuros de la tierra.


El amor entiende las derrotas

y les habla como un viejo amigo, con su mar de semillas.

El odio es largo pero débil.

Si una mentira se repite mil veces parece una verdad

pero no triunfa si no tapa su rostro

con la piel tibia de los engañados.

Su fiesta es una farsa una impostura que no tiene fin

cayendo

sobre la nada.


De: Poemas para usar (2020)


Alarma entre los ángeles

A Luis Alberto Spinetta


Los que piden limosnas

y reconocen la prisa de los comulgantes

los analfabetos

los que duermen debajo de los puentes

los que abordaron los aviones

cuyo destino era estrellarse

con las torres gemelas de Nueva York

los soldados que marchan a morir

por causas que les son extrañas

los que solamente comen en las calles un bocado indigno

o un guiso de lentejas en los tablones de beneficencia

los que nacen para cuidar

el ocio de los perros

(o ni siquiera llegan a nacer)

las madres que no pueden amamantar a sus hijos

los que pasan como si no existieran

los que buscan trabajo donde los brazos cuelgan

de las puertas como bastones sucios

los que siempre se quedan en silencio

los insanos, los perdidos, los que sufren tristes agonías

los que no se pueden ayudar a sí mismos

los privados de toda esperanza…

-Son iguales a mí -razona el Diablo-.

-La omnipotencia no los considera

sólo viene a decirles que mañana

que aguarden cuatrocientos años

que se alejen del único que no los engaña.


A veces emiten un quejido una protesta

a veces tienen una reacción de dignidad.


Son una muchedumbre que prepara su fuerza.



JOSE LUIS MENENDEZ

Bonaerense, casado, cuatro hijos. Es Contador Público de

la Universidad Nacional de Rosario. Reside en Mendoza.

¿A qué se dedica?

En la tierra: trabaja como consultor en temas fiscales y económicos.

En el aire: escribe, juega al ajedrez y miente que toca la guitarra.

En el agua: Hace olas, con Leticia.


Una vez radicado en Mendoza, en donde se instala por opción laboral, imagina que las montañas le dieron contención para embalsar lo que venía del río de su primera vida. Participa y obtiene un par de premios en certámenes provinciales de poesía, que si bien carecen de mayor importancia, lo estimulan para iniciar una experiencia de creación literaria. Y con ella, otra forma de vinculación afectiva y social.

Así, integra el grupo literario Cántaro y luego el grupo y la revista Aleph, con los cuales se inicia en publicaciones colectivas, reuniones de crítica literaria, recitales de música y poesía, cata de vinos, etc.

Expone sobre Domingo F. Sarmiento (Centro Cultural Israelita de Mendoza, 1988)

Presenta su primer libro individual, “Juego sin Límites” (Buenos Aires, 1989 – con prólogo de Joaquín Giannuzzi)

Integra un Anuario de Poetas Argentinos, en selección por Francisco Madariaga, Joaquín Giannuzzi y Cristina Piña. (Ediciones del Dock, 1990)

Participa y realiza Ponencias en el II Congreso de Filosofía y Ciencias Sociales (Puerto Gral San Martín, Santa Fe, 1990)

Publica “Tierra firme”, poesías, en “Uno más Uno” (Ediciones Culturales de Mendoza, 2001)

Representa a la provincia de Mendoza en la 28º Feria Internacional del Libro, junto a Liliana Bodoc (Buenos Aires, 2002)

Publica “Reunión con Poe”, poesías basadas en cuentos Edgar A. Poe (Ediciones Culturales de Mendoza, 2004)

Ingresa como columnista del suplemento semanal de cultura del diario “Los Andes” (Mendoza, 2004 – habría de continuar hasta 2011)

Es panelista en la Feria del Libro de Mendoza sobre “revistas literarias”, junto a Jorge Dorio (2012)

Es panelista en la Feria del Libro de Mendoza sobre “poesía erótica”, junto a Reinaldo Sietecase (2013)

Desde 1990 hasta el presente ha participado en números actividades afines al quehacer literario. Entrevistas, jurado de certámenes, presentación de libros y autores (entre otros, de Andrés Rivera); básicamente en la órbita de organismos institucionales dependientes de la Provincia y la Municipalidad de Mendoza, de la provincia de San Luis y de la Universidad Nacional de Cuyo. Y en diversos medios gráficos y audio-visuales privados.

En 2015 le fue conferida una plaqueta homenaje a su trayectoria por el superior Gobierno de la provincia de Mendoza.

Actualmente tiene en proceso de recuperación el espacio en red www.alphalibros.com.ar sobre literatura y arte de Mendoza y Cuyo.

Ofrece en Amazon el libro digital “El arte de leer”, y en Ediciones Peras del Olmo, “Poemas para usar”.

Tiene en pre-edición los libros “Viene luz de Macondo” y “Cómo leer un poema”. Y trabaja en una novela, todavía sin título.

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