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El haiku en la actualidad

Alan La Veglia


La poesía oriental, y dentro de ella el haiku, es una tradición a la que se ha recurrido en distintos momentos con distinta suerte. Muchos han sido los intentos de revalorizar la profundidad de esta importante tradición poética. En el siguiente artículo unas notas a modo de introducción.


Es innegable que el haiku se impuso dentro de la cultura occidental, su nombre resuena cada vez con más frecuencia en el ambiente literario. El problema es que se lo ha visto y se lo ve, en gran medida, como una moda; se encasilla bajo el nombre de haiku a cualquier escrito que posea 17 sílabas distribuidas en la estructura 5-7-5. Esto no es una regla obligatoria, ni el kigo (palabra que indica la estación) lo es.

El haiku en esencia, y siguiendo a Vicente Haya, es aware, es decir, asombro, la conmoción que se produce en el cuerpo a través de los sentidos en el momento que la naturaleza nos hace parte de su diminuta sacralidad. El haiku es un instante, un aquí, un ahora, y ese instante requiere de pocas palabras (no más de más de 24 sílabas), sencillas, las cuales puedan reproducir lo ocurrido con precisión, haciendo que el otro se conmueva como nosotros lo hicimos.

El haiku desmantela todos los vendajes del yo, acá no está permitido la suma de conocimientos que posee el sujeto: filosofías, ideologías, creencias, lecturas, reflexiones, quedan desbaratadas, lo mismo se aplica a la rima, la metáfora y los juegos lingüísticos. No podemos sentarnos a querer escribir un haiku, no podemos querer hacer reflexionar al lector o contarle sobre nuestro estado amoroso. Debe quedar claro que el objetivo del haijin (poeta del haiku) es desaparecer, guardar silencio, conmoverse y trasmitir eso que ha calado en él, poder mostrar la realidad sin máscaras, sin juzgar si es bello, cruel o inferior. Fernando Rodríguez-Izquierdo nos dice “el haiku no persigue la belleza, sino la significación, y no excluye nada de su campo”.


Buson


Entre relámpagos

una gota de rocío resbala

a lo largo del bambú.




Kaku se utiliza tanto para escribir como para pintar. Buson nos presenta la unificación de los elementos, haciendo que el haiku sea perfecto, porque justamente es perceptible. Acá no importa quien mira la escena, importa que el asombro del haijin se convierte en nuestro asombro y esto no tiene nada que ver con los intereses del yo, no está queriendo hacernos pensar, no busca la grandeza, sólo nos muestra: un bambú, una gota de rocío que desciende por él y se ilumina con los relámpagos. Aware.

El haiku nos devuelve la capacidad de poder estar en el mundo, hecho que se ha perdido con los avances tecnológicos, las metas, la competencia, lo fluctuante y los intereses del mercado.


Shirao


Haciendo un fuego

bajo un nido de vencejos

¡La lluvia nocturna!


Hyakuchi


Vendida la vaca

se aleja del pueblo

por entre la niebla.


Taigi


Larvas de mosquito

en un agua estancada,

resecándose al sol.


Cuando veamos al haiku como parte de la vida y dejemos toda ambición literaria estaremos en el camino adecuado. Ante todo, el haiku es sensibilidad, reconocimiento de los sucesos de la naturaleza, esos que nos muestran la desenvoltura mínima y sagrada del mundo. Todo eso requiere tiempo, restarnos importancia así captamos la construcción de los japoneses. Chantal Maillard escribe “sólo una mirada inocente es capaz de admirarse y contemplar las cosas cotidianas como si las viera por primera vez”.


Santôka


qué será qué…

todo está floreciendo.


Santôka


A solas, inadvertido,

el brote de bambú

se convierte en bambú.


Bashô


La libélula

intenta en vano posarse

sobre una brizna de hierba.





La obra que ilustra la nota es del pintor Qi Baishi (1864- 1967)



Bibliografía:

1. Haiku-dô. El haiku como camino espiritual. Vicente Haya.

2. Aware. Iniciación al haiku japonés. Vicente Haya.

3. El haiku japonés. Fernando Rodríguez-Izquierdo.

4. Gato sin dueño. Tan Taigi.

5. El monje desnudo. Taneda Santôka.

6. 28 haikus. Taneda Santôka.

7. Haikus de las cuatro estaciones. Matsuo Bashô.

8. Jaikus inmortales. Antonio Cabezas.

9. Los 7 poetas del haikú. Juan Manuel Cuartas Restrepo.



Alan La Veglia nació en San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires, en 2001. Estudia Profesorado en Historia y, además, poesía con Javier Galarza. Asistió a cursos dictados por Hugo Mujica. En 2020 publicó su primer libro de poemas, XXXIII cruces. El pasto muerte cría luciérnagas es su último libro de pronta publicación.






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