En medio de discursos que gritan su silencio y acumulan palabras con ese fin, Juan López ha hecho del silencio, desde siempre, una manera de abrir un espacio, su forma de compromiso con lo real (“los deseos de poder aumentan/ y la mezquindad invade/ peligrosamente/ todo”, 3, Poemas, 1999). No porque no haya nada que decir, ni recursos para hacerlo. No necesita muchas palabras, ni gestos estridentes. López ha hecho del lenguaje llano pero profundamente trabajado una marca de estilo.
Su último libro Carcome (Grito Manso Editorial) tiene como epígrafe un verso de Choi Seung- ho que hace referencia al silencio y a las palabras: “La palabra es silencio brotado”. Lo que no había podido ser dicho y una vez pronunciado, sosiega. Así parecen funcionar estos poemas breves, fragmentos de la realidad inmediata y también íntima. Como si fuera un abecedario, en la voz lírica aparecen los que sienten dolor y alegría (“da dolor/ también/ la alegría”), los que tienen esperanza (“desvelarse pensando/que habrá un último/ desvelo”), los que sueñan y los que desean (“soñé con vos/hasta que pude/dormir con vos”), los que discuten o al menos ensayan una respuesta (“no hay que saber sufrir”), los que alertan (“estamos dispersos”), los que tienen preocupaciones sociales (“procura el mercado/ahogar/al mercadito”). Entre los sentimientos y la realidad está el lenguaje, como una manifestación del deseo y como algo que actúa sobre lo real pero no de manera ingenua sino interesada, como todo lo que se mueve dentro de una sociedad desigual (“decir sin desear/resulta imposible”).
Por eso el lenguaje poético de Juan López, directo pero lírico, calmo pero no inocuo, es tan necesario en este momento y hay que leer su último libro por sus cualidades literarias y también porque nos recuerda desde un hoy poético la vieja máxima de Terencio rescatada por Marx:
nos concierne todo
todo nos llama
todo
necesita
CARCOME. Juan López. Grito Manso Editorial, invierno de 2020.
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