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Cuatro libros publicados entre 1989 y 1992



Cuatro libros, cuatro poetas. Carlos Levy publicó en 1989 Anverso reverso, José Luis Menéndez Juego sin límites en 1990, Luis Alfredo Villalba Persona en 1991 y Julio González Cosecha embrujada en 1992. Se trató de un momento histórico particular, de cambio y de comienzo de la reacción.




El contexto

En un marco general, mundial, la caída del Muro de Berlín marca una ruptura. Según Enzo Traverso, el lapso de tiempo que se abre entre 1989 y 2001, es un tiempo “encabalgado” que produce un cambio de paisaje político e intelectual. En Argentina, mientras tanto, el gobierno de Alfonsín recibió un país destruido, a todo nivel. Rotos los lazos sociales, destruido el sistema productivo, pero también los cuerpos. Fue un gobierno que cedió frente al desmantelamiento y la herencia enorme que significó la deuda externa. Frente a un poder económico fortalecido durante la dictadura, no puso en marcha sus objetivos iniciales: reindustrialización, el desarrollo y la modificación del esquema de distribución del ingreso. Una promesa fundamental del discurso electoral de Alfonsín fue investigar, someter a juicio y condenar los crímenes cometidos por las FFAA. Pero la promulgación de la Ley de Obediencia Debida significó el abandono de esa promesa, actitud que se repetiría a lo largo de todo su mandato y que provocó el fortalecimiento de una nueva derecha. Esta situación generó una enorme desilusión y confusión en amplios sectores sociales.








Los libros

En ese panorama, la pregunta fue ¿cómo escribir después de la dictadura? Pregunta que había sido formulada con anterioridad en occidente, después del nazismo. Frente al abismo entre el horror y las palabras, muchos optaron por intentar dar cuenta del mundo luego de la dictadura. Entonces ¿cómo pensar la voz lírica? Villalba es quien hace referencias más directas, la dictadura está presente en muchos títulos de los poemas de Persona. Consultado por la forma en la que aparecen marcas de época en el libro, su editor en aquel momento, Marcelo Sapunar puntualiza que “hay un corpus de poemas que hablan sobre la dictadura. En los 90 era clave hablar de la dictadura porque la pretensión del neoliberalismo era la de olvidar, un acuerdismo que se basaba en negar la realidad histórica. Por esos años se produjo la claudicación de Alfonsín (a quien siempre le vamos a agradecer el juicio a las Juntas), pero en ese momento retrocedió con las leyes de Obediencia debida y Punto final. Luego llegó Menem con el indulto. En ese sentido todo el libro, incluso los poemas de amor, tienen un tinte social muy fuerte”. En el poema Vida interior la voz lírica disiente, se empecina con la realidad que empieza a surgir como consecuencia de la postdictadura. Y aguarda: ya veremos, dice, dudando más que advirtiendo.


Carlos Levy y Julio González construyen una voz lírica que resiste, a su manera, en soledad. Es una voz lírica que no se deja arrastrar por lo que se retira o lo que llega: Levy elige al náufrago:


Yo

el náufrago

sigloveintés fracasado, estoy fuera del mapa


que no es un insurgente, apenas un descontento que defiende como puede lo que le queda.


González opta por un personaje más oscuro: Príncipe de la noche, solo… asiste al comienzo de algo en medio de la confusión:





los amantes se odian, los enemigos se reconcilian

y los asesinos salvan a sus víctimas

en el último cuadro del filme


La misma confusión se hace presente en la voz lírica de Canto de sirenas de José Luis Menéndez:


son cantos poderosos

que te halagan cuando no lo mereces

que te acusan cuando no eres culpable

que te absuelven cuando ya te has muerto

aunque parece quedar un resto de esperanza:

Tal vez una sirena se vuelva arrepentida

tal vez alguna guarde los ecos del pasado.




Estos poetas construyen una voz lírica que va desde la crudeza de quien se siente al margen hasta quien guarda un resto de esperanza, o al menos de duda. Son voces que se niegan a aceptar la desaparición de un “nosotros”. En el final, bien vale citar a Badiou en una clase recogida en su libro El siglo: "el problema es no concluir en el final de todo colectivo viviente, en la desaparición lisa y llana del “nosotros”. Nos negamos a decir, con los actores de la Restauración: sólo hay individuos en competencia por la felicidad…”










Selección mínima:



Yo, el náufrago



Yo, el náufrago, sigloveintés fracasado, estoy fuera del mapa, no comprendo el sentido idiota del abajo o del arriba, porque estoy abajo y a la vez estoy arriba de algo que está abajo,

porque miro abajo y me siento perdonador, porque miro arriba y estoy tentado de pedir perdón;


yo que he amado y he sido amado fríamente, como el viento transformo en adiós todo lo que toco y después me lloro, me trastoco, me trastorno, me trasnorto, me insubordino, me soborno, me adorno con cierta dosis

de folklórica tristeza, y me retorno manso a la vida cotidiana porque soy un manso en resumidas cuentas.


Yo no soy un insurgente,

a duras penas un bebedor descontento,

una descreída mezcla rara,

radical de la última hora

recibido en la mesa del café,

la pura esperanza.


Ay,

a mí que me gusta la vida plácida,

los vinos finos, los restoranes caros

de mozos comprensivos

que me fían la cuenta hasta más ver,

y el sexo estéticamente sicoanalizado de la estudiante de artes,

el sexo más allá del bien y del mal de las putas,

el sexo simple de la Aurora de mi adolescencia,

el sexo,

sexo.


Y claro, pues como no tengo nada,

ni casa propia, ni pieza, ni metro donde caerme muerto,

me como, me bebo, y cuando puedo

me cojo todo lo que gano,

moriré un día

cuando salga de la redondez de los días

y mis pequeñas muertes sean tantas

que ya no pueda contenerlas;


Entonces vivo como puedo a toda costa, me bien presagio cada mañana, me asumo y me amo, me digo cosas, me canto y me levanto en andas, me desafío, me desgañito, me entronizo y me destronizo, rapiño amor y defiendo la vida heroico como un loco, como un loco, porque este dios mío el dios de los ateos,

Oh, pobre dios, es un dios tan pobre que ni tan siquiera

puede prometerme un paraíso.


Carlos Levy



Canto de sirenas


Como Circe, te aviso, viajero

inacabado, que hay costas turbulentas,

vendavales de piedra, atajos engañosos

al doblar las esquinas. Y hay islas

borbotantes, efímeras,

rocosas, en la línea de fuego

que recorren los ojos. Son islas

habitadas por sirenas insomnes.

Son cantos poderosos

que te halagan cuando no lo mereces

que te acusan cuando no eres culpable

que te absuelven cuando ya has muerto

de tanto ver la sed

de tanto mar helado.


Es la misma odisea.

Hoy sumergen tus alas puro polvo

pura niebla de huesos escondidos

hoy te pasan la lengua, la noticia de nada,

los ejemplos heroicos que no duran un día,

hoy te cierran el mundo, te prestan los minutos,

te regalan el mundo, te bendicen con faros desteñidos,

te bendicen desde la cola de la eternidad,

pero les duele cuando te ven partir,

se quedan asombrados cuando te ven partir,

cuando llenas de cera tus oídos,

cuando pasas ardiendo con tu voz de espuma

cuando te atas, invicto, desmañado,

al mástil de tu canto.


Tal vez una sirena se vuelva arrepentida,

tal vez alguna guarde los ecos del pasado

y repita despacio, después de tanto frío,

no tardes, viejo Ulises,

tu nave ha florecido.


José Luis Menéndez





vida interior


¿Qué nuevo cuento será este?

¿a qué vendrán estos símbolos?

¿cuál será el mensaje

de esa sonrisa comprensiva

que vos crees inteligente?


hablás de tu mundo interior

decís que es una imagen fiel

del universo que pisas todos los días

metafísica barata

la lujosa también sirve para nada


qué sabés de mis pies doloridos

de mi tiempo acortado

de mi ridícula geografía

no nos engañemos

tu mundo interior es una ilusión

inyectada por hábiles prestidigitadores

de tu verdadero embarazo ignorás todo

es un juguete

es sólo el ombligo que se ha borrado

del antiguo mapa de tu cuerpo

y al que mirás boquiabierta


qué habremos engendrado en el sur de tu cuerpo

qué bestia de ojos generosos

qué hombre de manos malditas

veremos

cuando nazca el mundo

que ya nos está dejando atrás


Luis Alfredo Villalba



Farewell supermarket


Desde la alta torre de tomates, que huela a sangre,

farewell supermarket.

Desde la bandada de corpiños que cubren los ojos

de la mujer dormida,

farewell supermarket.

Desde el juguete del niño muerto en mayo,

farewell supermarket.

Desde el borracho al sol, que lleva una fotografía

junto a su corazón,

farewell supermarket.

Desde las piernas húmedas de la última mujer de la noche,

farewell supermarket.

Desde las flores muertas, desde las flores muertas

en las manos sin sueño,

farewell supermarket.

Príncipe de la noche, solo, creyendo todavía en mi corbata,

cuando el viento juega su último baile de loco,

farewell supermarket.

(Fuera de la ciudad, los mendigos velan a un caballo azul;

los amantes se odian, los enemigos se reconcilian

y los asesinos salvan a sus víctimas en el último cuadro del filme;

las jóvenes se ofrecen a los primeros violadores;

pero todo esto ocurre fuera de la ciudad.

En la ciudad todo es perfecto: el asesino mata, etcétera.

Catedral sin rezos,

Goliat sin Davis,

batalla sin muertos,

farewell supermarket.


Julio González




Sergio Morán


Corrección: Felipe Echagüe
















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